Todos los teatros tienen un fantasma, al menos. O quizá dos. El fantasma del Teatro Pereyra anda de gala estos días porque el viejo teatro ibicenco ha resucitado, y ya se sabe que a los habitantes del más allá es la vida de acá lo que más les interesa.

El espectro del Pereyra presume de abolengo. Deambula por el teatro desde hace 125 años cuando sus antepasados se instalaron allí la misma noche que se inauguró. La apertura fue narrada por el cronista del viejo diario local Es Diari el 7 de abril de 1899, tan solo tres meses atrás España había perdido Cuba. Nada escribió sobre el espectro.

El espectáculo de Nacho Cano para el nuevo Teatro Pereira.

El espectáculo de Nacho Cano para el nuevo Teatro Pereira. Víctor Núñez

El propietario e impulsor de la reapertura del Teatro Pereyra es el hotelero ibicenco Pedro Matutes Barceló (55) que cuenta con el tesón entre sus principales virtudes. Y también debe tener una propensión romántica porque sin sensibilidad emocional ni nostalgia se mete un emprendedor al viacrucis empresarial que ha supuesto esta aventura. Catorce años lleva Matutes y su familia empecinados en inaugurar y esta semana lo ha conseguido. Los aplausos se escuchan por todos los acantilados y reverberan en sus oquedades.

Mi admiración profunda por su empeño.

Se desconoce de la relación entre el casero Matutes y el espectro del teatro, pero los payeses, que de esto saben, auguran que se llevarán bien. Cualquier empresario teatral que se precie sabe que un teatro con fantasma está más seguro. El fantasma del Pereyra sabrá cuándo y donde debe esconderse: cuando el público entre ilusionado a disfrutar del espectáculo, y cuando al salir, con el teatro dormido, se quede quieto, en silencio. A cada uno su espacio y su momento, que hay tiempo para los aplausos y también para traspasar paredes.

17 años ha estado en obras el teatro. No de obras sino de papeleo. El fantasma del Teatro Pereyra llegó a pensar que el telón no llegaría a levantarse. El viernes, escondido para no asustar a Marga Prohens, a Vicente Marí y a los alcaldes, no pudo llorar porque los espectros no tienen lagrimal, pero al escuchar después de 37 años al trío de sonadors y la música de Swin-gin Tonic, Barseco y The Pereyras le dio un repelús y casi se esfuma. 

Nacho Cano, vecino de los acantilados de San Joan de Labritja, al que el éxito de Mecano le empujó a equilibrarse en esta isla de energía y paz, será el director artístico. Nacho Cano es el Mike Oldfield de Santa Inés. En la isla se le quiere y su espectáculo Ibiza Hippy Heaven será será la atracción del verano.

Cuenta el fantasma que sus antepasados le hablaron de veladas de boxeo, de circo viejo, banquetes de boda burgueses, del famoso Congreso Agrícola que tuvo lugar en la isla en 1912 y hasta de vergonzosos juicios sumarísimos. De todo ha visto esta saga de espíritus. De todo excepto el escudo de Ibiza que desde que fue inaugurado preside la fachada. A los fantasmas no se les ocurriría salir a la calle para ver el escudo, así que la llegada de los "peluts", como los payeses bautizaron a los hippies, y desde hace años la tecno invasión de los bailongos la conocen solo de oídas. 

Lo que sí tiene esta familia de aparecidos es una gran cultura cinematográfica desde que el 20 de abril de 1904 se proyectase la primera película en la sala, presumen de haberlo visto todo. ¿Habrá cine en el nuevo Teatro Pereyra? Todos esperamos que sí. Esa es la pregunta que si hubiese podido hablar el fantasmón le habría hecho a Pedro Matutes en la inauguración, porque 37 años sin ver imágenes, aunque el tiempo para las ánimas es relativo, es, desde luego, mucho tiempo. 

Declarado bien de interés cultural en 2005 (BIC) del teatro se conserva una amplia documentación histórica que el promotor irá exhibiendo. Fue construido en lo que se conoce como la segunda "estacada", una de las ampliaciones de la ciudad desde la Marina burguesa que la hizo crecer. El Pereyra fue el empeño personal del comandante Pereyra que lo impulsó a través de su mujer, Mercedes Sandoval del Castillo, José Tarrés Espinal y el bisabuelo de Pedro, Abel Matutes que entonces tenía 31 años. Aquella obra costó 67.000 pesetas de la época, una cifra que al fantasma le dice poco porque los espectros nunca llevan suelto.

Ni el Diario de Ibiza, decano de la prensa local, ni su competidor El Periódico de Ibiza, cuentan en sus ediciones del sábado nada sobrenatural en su crónica. Se ignora si el promotor y el fantasma se conocen ya. Tampoco se sabe nada del paradero del espectro del Teatro Serra, el otro teatro de Ibiza que se perdió. Pero se supone que de haberse encontrado el promotor Matutes Barceló no dirá nada para asustar a los espectadores más jóvenes y para que no le tomen por un empresario de otra dimensión.